viernes, 30 de noviembre de 2012

ouroboros.



Vivo en un pueblo. Es un pueblo pequeño, lleno de inmundicia y de soledad. Un pueblo que se llama Madrid, en el que todas las personas que conozco, conocí y habré de conocer están conectadas por pollas y coños. Es un pueblo moderno, lleno de plataformas, cocaína, luces parpadeantes y personas que han dejado de parpadear, y se asemejan cada vez más a muñecos. Es un pueblo gris, lleno de colores saturados obligados en la ropa, y peinados electrizantes, y cejas invisibles. Un pueblo tan gris que hasta las propias aves que lo habitan han decidido de mutuo acuerdo genético eliminar el eslabón cromático, y se funden con las piedras y el cemento de los edificios que sobrevuelan. Hace tanto tiempo que no he visto una paloma blanca, que he dejado de creer en la paz. O quizá no haya sido por las palomas. Es un pueblo  tan triste que ni siquiera merecería ser mencionado. 
Madrid emerge, surge del terreno seco como una gran novedad; se presenta como una manzana reluciente, bamboleante, incitante, a la que dar un buen mordisco. Obviamente, sólo se da cuenta uno de la cantidad de gusanos que ha comido cuando ya va por el corazón. ¿Al final es eso, no? O quizá me equivoque, o tal vez lo que vale para mí no es el rasero por el que los demás miden su conducta. Pero en cuanto a mí, cuando llegué al corazón de la manzana, cuando me tocaron el corazón, fue cuando me di cuenta de que mi vida aquí carecía de sentido. "Porque sin corazón, no se puede bailar."
La pérdida de la inocencia es un paso en la vida que todos acabamos dando, tarde o temprano; un paso de cebra que te excita mutando a verde constantemente. Lo que nadie sabe es que a mitad de ese paso paso de cebra, en lugar de llegar a tu destino, surge un bifurcación obligada por la que has de pasar, la pit stop, llamada Soledad. 
Soledad vive sola, y te espera y hace tiempo hasta que llegas. Una medida de tiempo inversamente proporcional al tiempo que se esperó a Godot, es decir, infinito, ouroboros para los antiguos. Luego, Soledad se te pega a tí como la más ruin de las sombras, y no hay luz lo suficientemente potente para apartarla de tí, porque Soledad será tu acompañante hasta que te encuentres con Muerte. Muerte siempre ha estado ahí, acompañándote, pero no has podido percibirla porque se difuminaba entre las personas que llenaban tu cavidad vacía. 
Y ahora que se acercan las navidades, en lo único que puedo pensar es en lo horroroso que es el roscón de reyes, y en lo mucho que me gustaría poder tener la potestad de no comérmelo nunca más.

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