domingo, 20 de enero de 2013

EL FLASHFORWARD.

Hoy me he levantado "d'aquesta manera", y digo y afirmo que, narrativamente hablando, EL FLASHFORWARD NO EXISTE. 
El flashforward es una paja mental.


“En efecto, se pueden considerar las anticipaciones del futuro como retrospecciones anticipadas, gracias a la notable propiedad que posee la voz narrativa […] de establecerse en cualquier punto del tiempo, que se convierte para ella en un cuasi-presente, y, desde lo alto de este observatorio, aprehender como cuasi-pasado el futuro de nuestro presente. Así se asigna a este cuasi-presente un pasado narrativo que es el pasado de la voz narrativa. La profecía es una verificación de esta estructura: el profeta ve el futuro inminente y su amenaza abatirse sobre el presente, y narra una cosa como ya acontecida la precipitación del presente hacia su ruina futura.” [1]



¿Qué es el flashforward? Qué es? ¿Quiero decir, en qué consiste? Si seguimos un hilo de pensamiento medianamente lógico... El flashforward es a la prolepsis lo que el flashback es a la analépsis, ¿no?

El flashforward es, teóricamente, una prolepsis que se evidenciaría a través de las propias imágenes. No a través de un personaje que anuncia el futuro, no a través de un oráculo, a la antigua usanza, a la manera clásica. No, sino a través de las vivencias reflejadas y directas del personaje que llevaría la línea de acción.

La prolepsis es una anunciación de lo que va a ocurrir; pero este recurso no tiene por qué significar que esta misma anunciación se va a traducir en imágenes. Aunque es fácil confundirlo en cine con la analepsis (siempre surge la cuestión de diferenciarlas, como cuando una película empieza con una escena futura, y entonces no sabríamos decir si el resto de la película es una analepsis o por el contrario, sólo ese momento es una prolepsis), difiere de esta en tanto que es una anunciación de lo que va a pasar con respecto al presente narrativo. Otro ejemplo literario sería el de la obra y el mito de “Macbeth”, en la primera escena de este drama, cuando las brujas anuncian a Macbeth su futuro. Sin embargo, cuando entramos ya en el término flashforward, que tan de moda se puso hace unos años, entramos en la disyuntiva de que este sí exige que la prolepsis se exprese directamente en imágenes. Es aquí cuando surge la disyuntiva de si todo es un gran flashback o por el contrario se trata de un pequeño flasforward, pero el espectador tiende siempre a pensar en pasado o presente, pues como seres humanos no tenemos la capacidad de extrapolarnos al futuro, por tanto, no tenemos la capacidad como espectadores de visualizar narrativamente el futuro, sino que , automáticamente, consideraremos ese futuro como presente, y a su vez, el presente como pasado.

Enlace a “Macbeth”[2]:
 (Encuentro con las brujas de 00:09:20 s a 00:11:07 s. Las brujas anuncian a Macbeth y a Cawdor su futuro).

Así pues, la prolepsis sólo existe como anunciación o profecía. El problema, es que cuando esta anunciación se sitúa como verdad inamovible, el espectador la situará como el verdadero presente. Otro ejemplo de uso de la prolepsis como anunciación o predicción sí permite que estas imágenes se visualicen, pero en ese caso suele ser para que el personaje sea capaz de cambiar ese futuro, creando así no sólo una prolepsis, sino la bifurcación de diferentes realidades paralelas.
La prolepsis traducida a CINE no existe narrativamente. No puede existir el flashforward. EL FLASHFORWARD NO EXISTE, ASÍ QUE DEJEN YA DE DAR POR CULO.





[2] Producida en 1971 por Columbia Pictures, y dirigida por Roman Polanski.

Hacer cine.

PRIMER INTENTO. 



Este es el primer intento. Volveré a grabarlo... La verdad es que cuando leí "El perfume" de Suskind por primera vez, con once años, fue también la primera vez que pensé en hacer cine. 
No en amar el cine, que ya lo amaba, si no en plantearme por un pequeño momento, microsegundo, el siguiente pensamiento: ¿Cómo haría una película de este libro?

miércoles, 5 de diciembre de 2012

C/Cheli, nº33.





Acabo de sufrir una anagnorisis. Y no veas como duele. Esta es la carta que me gustaría escribirte, pero no se puede escribir a algo que está muerto. Hoy he estado con alguien que me ha recordado a ti, pero no eras tú. Hoy hace un mes que no respiro a tu lado, y que no tengo que empujarte a un lado cuando dormimos para hacerme hueco en la cama. Hoy hace un mes que no meces tus pensamientos sobre mí, y que no te meces encima de mí.
Me encantaba tu pelo, tu pelo liso. Liso como mi pecho. Tu altura desmedida desde la que me mirabas como se mira a algo sublime. Me mirabas como si fuera un atardecer tormentoso, una luna aullante o una góndola que surcara los aires por gran vía.
Oh mama, yo te quería. O te quiero. No sé si se puede querer a algo que ya no es, que ya no está, que ya se fue. Me parecías tan puro como la flor de lys, y exactamente como la flor de lys resultaste. Frío.
Nos levantamos por la mañana, y nos entremezclamos. Yo no llego a las clases porque mi cuerpo pide más, y tú no llegas a tus clases porque cuando ya estamos saciados el compendio de hórmonas y de amor vuelve a explotar.
OH MAMMA.
Te echo de menos ahora, porque soy como los giros postales, y siempre llego tarde.
Te dije que eras inocente y romántico, y creo que la herida que he sufrido no es nada comparada con la que has sufrido tú. Porque igual que no se puede sumar un valor de crominancia a un Si bemol, no se pueden sumar dos personas tan distintas como nosotros. No podemos ser uno. Tú eres tan puro como una flor de lys, y yo estoy empozoñada hasta la médula; soy S de sífilis, I de Ignominia, y tú me abandonaste con un No tan rotundo como el de Nimiedad.
En un valor abstracto, querría volver a sentir tus dientes caninos y tu lengua, y tus besos, y el color que desprendía tu cuerpo al acercarse a mí. En un valor concreto, ya pasé la etapa en la que deseaba metas inalcanzables. Lo nuestro está tan roto como el retrato de Dorian Gray, y ahí dónde había fuego, sólo quedan cenizas. Cenizas que, con el viento, acaban dándome en la cara, como en la secuencia final del Gran Lebowski.
¿Ese amor que teníamos, lo tiraste al retrete? Espero que por lo menos no lo reciclaras. 
"Tú me rompes la cabeza, yo te parto el corazón."

viernes, 30 de noviembre de 2012

ouroboros.



Vivo en un pueblo. Es un pueblo pequeño, lleno de inmundicia y de soledad. Un pueblo que se llama Madrid, en el que todas las personas que conozco, conocí y habré de conocer están conectadas por pollas y coños. Es un pueblo moderno, lleno de plataformas, cocaína, luces parpadeantes y personas que han dejado de parpadear, y se asemejan cada vez más a muñecos. Es un pueblo gris, lleno de colores saturados obligados en la ropa, y peinados electrizantes, y cejas invisibles. Un pueblo tan gris que hasta las propias aves que lo habitan han decidido de mutuo acuerdo genético eliminar el eslabón cromático, y se funden con las piedras y el cemento de los edificios que sobrevuelan. Hace tanto tiempo que no he visto una paloma blanca, que he dejado de creer en la paz. O quizá no haya sido por las palomas. Es un pueblo  tan triste que ni siquiera merecería ser mencionado. 
Madrid emerge, surge del terreno seco como una gran novedad; se presenta como una manzana reluciente, bamboleante, incitante, a la que dar un buen mordisco. Obviamente, sólo se da cuenta uno de la cantidad de gusanos que ha comido cuando ya va por el corazón. ¿Al final es eso, no? O quizá me equivoque, o tal vez lo que vale para mí no es el rasero por el que los demás miden su conducta. Pero en cuanto a mí, cuando llegué al corazón de la manzana, cuando me tocaron el corazón, fue cuando me di cuenta de que mi vida aquí carecía de sentido. "Porque sin corazón, no se puede bailar."
La pérdida de la inocencia es un paso en la vida que todos acabamos dando, tarde o temprano; un paso de cebra que te excita mutando a verde constantemente. Lo que nadie sabe es que a mitad de ese paso paso de cebra, en lugar de llegar a tu destino, surge un bifurcación obligada por la que has de pasar, la pit stop, llamada Soledad. 
Soledad vive sola, y te espera y hace tiempo hasta que llegas. Una medida de tiempo inversamente proporcional al tiempo que se esperó a Godot, es decir, infinito, ouroboros para los antiguos. Luego, Soledad se te pega a tí como la más ruin de las sombras, y no hay luz lo suficientemente potente para apartarla de tí, porque Soledad será tu acompañante hasta que te encuentres con Muerte. Muerte siempre ha estado ahí, acompañándote, pero no has podido percibirla porque se difuminaba entre las personas que llenaban tu cavidad vacía. 
Y ahora que se acercan las navidades, en lo único que puedo pensar es en lo horroroso que es el roscón de reyes, y en lo mucho que me gustaría poder tener la potestad de no comérmelo nunca más.

THE YOUTH.-









Menuda soledad. Una soledad insalvable; no se trataba de que faltaran gente, ni personas, ni individuos. Era algo improbablemente finalizable. El dolor y la amargura que ella contenía la separaban del resto del mundo. Ella era súbitamente consciente de lo sucias que eran las personas; de lo tontas que eran, de lo ruines y traicioneros que eran los seres humanos, y lo convenientes que eran sus actos; de las brisas que iban y venían, de los cambios que nunca llegaban a realizarse. La herida del mundo, paradójicamente, era lo único que la mantenía atada a él.
Un cambio. Necesitaba urgentemente un cambio. Su postura era insostenible. Se sentía como uno de esos fonambulistas mancos que sólo existían en sus propias pesadillas. Soñó con hacerlo conjuntamente; soñó. Creó poder levantar un imperio, una firma para la historia. Algo de lo que poder sentirse orgullosa. Luchar por algo. Pero los sueños se derrumban porque al final sólo son sueños.  Parecía mentira que hubiera tardado tanto en reconocer algo que ya sabía.
Deambulaba por la calle Montera; ni siquiera podía sentir pena por aquellas putas. Normalmente no llegaba ni a verlas; no, verlas las veía, pero no como a seres humanos, no como a entidades con un yo que sufrían y padecían, sentían, amaban igual que ella. Muñecos. Las personas habían pasado a convertirse en una carcasa. Más o menos bonita; gorda o flaca. Una carcasa. Como las de los móviles; vacías, carcasas vacías de intenciones, de conciencia, de pensamiento, de identidad, de naturalidad; carcasas carentes del tacto de una piel suave, del calor de una mano imperfecta. Su propia carcasa de falsedad, sus mil sonrisas y sus frivolidades habían empezado a recubrirla por entero. Y a enterrarla. De repente los últimos dos años le parecían absurdos, carentes de rumbo, de norte y de sentido; dos años, cortos para la vida de un ángel y largos para la de un perro; dos años en los que lo único que había hecho había sido conocer gente, aplaudirle las gracias, y usar su inteligencia sólo para poder ofrecer respuestas agudas e impertinentes. Dos años negando su propio ser; sin hablar con nadie; dos años negándose a sí misma lo único que la diferenciaba de la mierda de alrededor. Su absoluta clarividencia. Su capacidad de análisis; su sincero pesimismo. No era capaz de asumir esa carga: la verdad de un mundo abocado a la destrucción miserable más absoluta, y que nadie parecía ver. Se preguntó cómo debía haber sido Gomorra para causar tanta impresión: nada podía ser peor que la sociedad en la que se movía.
Todos estos pensamientos se reflejaban en sus ojos; las personas con las que se cruzaba evitaban mirarla directamente, porque sus pupilas eran dos pozos de negrura  dónde el alma, en toda su putridez, se veía a sí misma desnuda.

LA FABULA DE LA CIGARRA AL CUADRADO





Somos amigas. Muy amigas. Sólo con verla ya sonrío. A veces, cuando nos aburrimos, nos drogamos, en un afán por matar el tiempo, por comprimir la vida, como se comprimen los archivos, hacer nuestra propia versión .zip y acortar el camino. Aun así no llegamos al punto de mi novio y sus amigos, que compran Ketanol en la farmacia y lo cocinan para ver películas tirados en la mierda. Exactamente igual que sus vidas: pura mierda.
No. No somos así. La vida nos ahoga, como a todos, pero nosotras somos diferentes, y juntas, simplemente invencibles.
Estamos corriendo en medio del campo; la huerta llora gotas de vida, la luna flota sobre nuestras cabezas y su influjo es francamente notable; elipsis temporal.
Estoy dentro de un carrito de la compra, y Martina me arrastra por una calle céntrica de Londres, mientras nos reímos desaforadas de la bollera de cuarenta años hija de puta que no nos ha dejado pasar a "Got fucked on your mum's house". La miro, y entorna los ojos. Hemos bebido muchísima sidra, y hemos tomado algo de M pero sólo para acompañar, y sólo porque nos invitaban. M de MDMA, M de Martina. Estamos solas, estamos en Londres, y somos las únicas en el universo. Las dueñas; el mundo en mis manos. Y por un segundo pienso que sería divertido hacer explotar el Globo Terráqueo  como se explota un globo, o cuanto menos, interesante. Es curioso cómo el ser humano se ve atraído por la sensación de poder; hasta nuestras propias relaciones humanas se basan en eso. Quién manda sobre quién, quien somete a quién; qué persona te hace perder los estribos, y quién te subyuga . Nadie sabe quién es el Gran Hermano y todos desean serlo. Es por eso que me asquean.
¡Joder! ¿Has visto a ese tío?
Ríe a carcajadas.
¿Has visto lo borracho que va? Da miedo, parece un monstruo. ¡¡Mira, mira!!
Es el hombre elefante…Mira como se mueve… De lado a lado. Puto barco de mierda. Seguro que está relleno de donettes y whisky. ¿Y la tía que discute con él? Joder, ¡¡no tiene casi pelo!!  ¡¡Parece un loro desplumado!!
Nos reímos.
Ostia, viene para acá. Creo que nos ha visto. Corre más rápido.
¡No puedo! Este carro pesa más que Oprah!
Joder. Oprah la que nos va a dar este.
¿Qué haces? No podemos dejar solo a Calcetines…
¡Martina! ¡¡Es un puto carro!!
Ya, pero me da pena, lleva toda la noche con nosotras. Es uno más.
Hey you sluts! What are you looking at? You think you are better than me/
Corre!!
Ya corro!!
Y nos reímos, y corremos, corremos, giramos la siguiente calle a la derecha, es un callejón oscuro, y sólo cuando llegamos a casa nos paramos. La adrenalina, la tensión, todo resurge como una bomba Hitchcockiana, y todos los años en los que hemos pensado y sido conscientes de ser almas gemelas ( con el consiguiente obstáculo de que éramos mujeres heterosexuales las dos) explotan y se convierten en polvo de nada, de absurdez, de tabúes de épocas pasadas. Somos libres, más libres nunca, solas en la inmensidad de Londres, perdidas en sus callejuelas microscópicas y sus edificios gigantescos. Descuidadas en  su extraña mescolanza, que confronta lo victoriano y puritano, a Jack el destripador y a Jane Eyre, y me hace imaginarlos bailando juntos un Vals. Londres, que aúna los recuerdos estigmáticos de Margaret Thatcher y a japoneses vestidos de Vivienne Westwood andando por Brick Lane.
 Entramos en casa, la empujo hacia la cama y nos revolcamos como dos gatas en celo. Ronroneamos, nos reímos, me desnuda, la desnudo, nos regocijamos a carcajadas; vergüenzas escondidas que se materializan en nuestros oídos. Tumbadas boca arriba, sudando, a carcajada limpia, probando lo inconfesable, lo prohibido, y lo que no volveremos a probar nunca. Sólo por un pequeño momento, un espacio microscópico en nuestra vidas, y que nos marcará más que nuestras futuras bodas; aun recuerdo su risa, yo ahí abajo entre sus piernas, intentando tomarme la situación en serio, queriendo hacerlo bien, entre sus piernas, mi melena rozando sus muslos, y ella riendo. Está radiante; brilla. Sus dientes brillan fosforescentes en la oscuridad de la habitación, sus ojos se conjugan con sus gorgoritos, y yo también soy feliz al oír sus pequeños gemidos. Yo también me ilumino al tocar sus pequeños y finos pies con mis manos, y me siento Rimbaud; vuelvo a ser niña, a disfrutar del juego, a olvidarme de dominar a alguien.
No hay necesidad de ello, sólo la diversión y la fantasía. Ya no tengo problemas de afecto, ya no soy una joven mujer con un acuciante miedo al compromiso; ya no me importa nada.
La poca ropa que nos queda sale en volandas, y cada prenda que tiramos al aire es un solaz, una tirita con dibujitos de Star Wars para las heridas que rajan mi alma.

SANGRE DE MI SANGRE.





Yo la quería; obviamente. Uno sólo mata cuando siente. Recuerdo el tiempo en el que, en la cama, veíamos los westerns de madrugada de TeleMadrid.

 Sin embargo, la veía renqueante, día tras día, envuelta en ese aire auto-compasivo, sumergida en sus ojos acuosos y en sopas de letras que despertaban cortocircuitos en su cerebro, reptando con su taca-taca. Su taca-taca. Sus cinco piernas. Nunca estuvo más cerca de ser un mamífero cualquiera. Avanzaba, impasible, inmutable, con su taca-taca, constante como una gota que cae, como un reloj de cuco. Ese ruido a las tres, a las cuatro de la mañana. Siempre presente: un acúfeno impuesto, peor que un taladro; y pensaba en las aberraciones que cometió cuando aún era joven, en su forma de vivir, todavía maliciosa y ruin. 

Un día, me insultó porque no quedaba azúcar, y la sangre me pudo; y la maté.¿Si siento remordimientos? No sabía que eso redujera mi Castigo.